En 1952, el joven Juancho Vargas después de haber recibido el grado en música y piano en el conservatorio de Barranquilla, comenzó a estudiar Ingeniería Química en la Universidad Nacional de Bogotá. Por las noches, don Juancho visitaba un sitio  llamado el Café de los Músicos en la Sexta, donde se reunía con músicos famosos de la época como Antonio María Peñalosa y Santos Pérez quienes tocaban los fines de semana hasta la una o dos de la mañana.
 
Antes de llegar a Bogotá, y después de terminar su conservatorio en Barranquilla, Juancho Vargas se había desempeñado como músico profesional en varias orquestas de La Arenosa, que interpretaban la música bailable y popular de la época. “Yo no podía tocar música popular cuando estaba en el conservatorio, porque si me pillaban me sacaban, pues sólo aceptaban la música clásica”, evoca Juancho Vargas. “Cuando tenía 18 años, me tocó la experiencia de acompañar a Daniel Santos, que era un ídolo en música popular en el año 53 y era la primera vez que llegaba a Barranquilla. Con él toqué lo que siempre había tocado de oído y conocí las partituras originales de la Sonora Matancera”.
 
Después, el joven de 18 años hizo parte de la mejor agrupación que había en Barranquilla en esa época: La Emisora Atlántico Jazz Band y ahí el jazz se tocaba en formato de gran orquesta, de la que hacían parte importantes músicos como el famoso Pacho Galán que en aquel tiempo era un trompetista más. 
 
En 1954 hizo parte de una big band de Barranquilla llamada Almendra Tropical, orquesta que era financiada por una fábrica de café. En esta orquesta hacían jazz porque todos sus músicos eran grandes aficionados: el director Tito Sabal, los trompeta Rafico Valera y Marcos Wilkes. “Como era una big band grande de cuatro trompetas, tres trombones y cinco saxofones se podía hacer jazz y el maestro Tito Sabal tenía arreglos de Estados Unidos”.
 
De esta manera, en el año 1955, en Bogotá, el pianista Juancho Vargas ya tenía una experiencia considerable que estaba dispuesto a sacrificar por la ingeniería química. Por esas cosas del destino, quien manejaba la pensión donde vivía Juancho era la mamá del músico Lucho Bermúdez. Por eso conoció a Alfonso, uno de sus hermanos, quien lo acompañaba al Café de los Músicos y cierto día le dijo: “Mi hermano necesita un pianista en Medellín”. Juancho le preguntó que quién era su hermano. Y cuando escuchó el nombre de Lucho Bermúdez sólo pensó en lo famoso que era, pues ya se había convertido en una leyenda. “¿Si le serviré?”, pensó. “Me vine a Medellín y el maestro me hizo la prueba y me defendí bien”. Hasta el punto que comenzó a tocar con la orquesta de Lucho que en esa época mandaba la parada de la radio y de los shows en los clubes de alta sociedad. “Hacíamos tres programas diarios de lunes a viernes en la Voz de Antioquia y los sábados y domingos tocamos los bailes en el Club Campestre hasta agosto de 1957.”
 
En este período Juancho Vargas institucionalizó los Jueves del Jazz en el Campestre. “Lo hacíamos con unos europeos, unos checos, compañeros del maestro que dirigía la sinfónica, Joseph Matza, gran violinista. Éramos batería, bajo, acordeón, piano y yo cantaba en inglés. Cantábamos Tenderly, Las Hojas Muertas y lo que llamamos estándares”.
 
A finales de 1957, Juancho Vargas fue designado director artístico de Sonolux. Entre sus proyectos bandera estuvo la creación de la Orquesta Sonolux, una big band compuesta por los 17 mejores músicos de Colombia. “A Gabriel Uribe -el papá de Blanquita Uribe – lo hice traer de Bogotá. Era clarinetista y flautista y el mejor saxofonista que había en Colombia en su época. Además, estaban Álvaro Rojas, jazzista grande de Medellín,  Rafico Varela, Miguelito Ospina”, recuerda con entusiasmo el maestro Juancho Vargas. La Orquesta Sonolux fue una de las mejores orquestas de música popular que hubo en esa época. “En ese momento había cinco casas grabadoras y se grababa de día y de noche. Medellín era el centro. Para no estar pagando tanto, formaron la orquesta, les pagaban muy bien y la vendían”, afirma el maestro Orejuela. “Esta orquesta tocaba mucho jazz, tenía muchos números de swing y además, Juancho que siempre ha sido muy inquieto hacía unas muy buenas orquestaciones”, puntualiza el director de El Sexteto. 
 
“En 1965 hice las Cumbias Espaciales, un trabajo involucrando jazz, cumbia y temas internacionales: este trabajo fue para la RCA Víctor que lo manejaba Sonolux”, recuerda Juancho Vargas. La producción se realizó con una orquesta de 20 músicos y coros. Se grabaron además, La Comparsita, Ódiame, Brasil, La Flor de la Canela, Cielito Lindo, Cumbia de las Flores. “Las Cumbias Espaciales ha sido el trabajo que más me ha llenado”, reconoce el señor Vargas. “Yo he tenido la dicha de hacer cosas porque he estado vinculado a las empresas de discos y ellas me han dado la oportunidad”
 
Por ejemplo, en ese mismo año 1965, Juancho Vargas grabó el primer disco de jazz de un grupo local que se haya grabado en el país. El grupo era el Juancho Vargas Latin Jazz Trío, el ensamble que había establecido don Juancho en el piano, al lado de Armides Benítez en la batería y Jesús Zapata – violinista y tiplista de música colombiana del interior – en el bajo. La grabación se realizó con Sonolux e incluía cuatro temas grabados a 45 revoluciones como LP.
 
Una de sus presentaciones más importantes fue en el Teatro Pablo Tobón Uribe al lado de un grupo que presentó el Colombo Americano. Para esta presentación tan importante, el Juancho Vargas Latín Jazz Trío se volvió quinteto invitando a Álvaro Rojas en el saxofón y a Fabio Espinosa en la trompeta, donde interpretaron temas de Dizzy Gillespie  y de Dave Brubeck.
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