Por Analucía Isaza Molina
Está mal el que corrige un acta con puntuación inadecuada, no el que escribe con errores que hacen difícil la comprensión de las ideas. Está mal el que pregunta, el que reclama claridad y transparencia, el que pide orden, el que sugiere respetar los conductos y las instrucciones; no el que hace las cosas de manera inadecuada o el que desordena. Divide y reinarás. Desinforma y permanecerás. Siembra miedo y te seguirán.
Está mal el que hace las cosas siempre bien, el que paga a tiempo, el que cumple, el que va más adelante, el que piensa en todos y no solo en él. Pero estos seres, se han vuelto escasos y además repudiados. Por eso, han optado por usar la capa de invisibilidad. Van por el mundo callados, si es que acaso salen, porque prefieren ya quedarse en casa, en su mundo, entre sus muebles ordenados, en su rutina perfecta. Salir para ellos es enfrentarse con el caos, con las tres o cuatro infracciones por minuto que suceden ante sus ojos sin la sorpresa o la menor protesta de otros.
El mundo al revés. Ya lo decía el viejo tango:
Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor,
ignorante, sabio, chorro, generoso, estafador.
¡Todo es igual, nada es mejor,
lo mismo un burro que un gran profesor!
No hay aplazaos ni escalafón,
los inmorales nos han igualao…
Y no es que tengamos que conservar algunas tonterías de otros tiempos. Diferencias por clases sociales, profesiones adecuadas e inadecuadas, ataques o repudios por tono de piel o por a quien ama el otro. No comprender es el peor pecado, no escuchar al otro, asumir, hablar con palabras hirientes.
¡No pienses más, tirate a un lao,
que a nadie importa si naciste honrao!
Si es lo mismo el que labura
noche y día como un buey
que el que vive de las minas,
que el que mata o el que cura
o está fuera de la ley.
Esta experiencia terrenal duele, cuando somos almas que vemos más allá del tener, del hacer, del producir y nos hieren las acciones inconscientes de otros que, por motivos personales, por los miedos que todos tenemos, nos llevan a actuar con desgano por el todo y por los oportunismos, de atacar en vez de comprender.
Este mundo está loco loco.
Pero que el siglo veinte es un despliegue
de maldá insolente ya no hay quien lo niegue,
vivimos revolcaos en un merengue
y en el mismo lodo todos manoseaos.
(…)
Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor,
ignorante, sabio, chorro, generoso, estafador.
¡Todo es igual, nada es mejor,
lo mismo un burro que un gran profesor!
No hay aplazaos ni escalafón,
los inmorales nos han igualao…
Si uno vive en la impostura
y otro afana en su ambición,
da lo mismo que sea cura,
colchonero, rey de bastos,
caradura o polizón.
¡Qué falta de respeto, qué atropello a la razón!
¡Cualquiera es un señor, cualquiera es un ladrón!
(…)
Siglo veinte, cambalache, problemático y febril,
el que no llora no mama y el que no afana es un gil.
(Apartes de la letra del tango Cambalache escrita por Enrique Santos en 1934)